El Museo San Francisco te invita a sumergirte en el universo de Gustave Doré, el gran maestro del grabado, a través de la nueva exposición temporal «Las Cruzadas de Doré», que se exhibirá a partir del 21 de noviembre. La muestra presenta 6 xilografías de la icónica obra Las Cruzadas, ilustradas para la edición de M. Michaud, donde Doré captura momentos más dramáticos y épicos de este capítulo histórico.
Para muchos, los precisos cortes en la tinta que hizo Gustave Doré son inseparables de las mejores historias de la literatura universal. Bajo su pincel filoso pasó Orlando Furioso, Las Fábulas de Fontaine, Paraíso Perdido, La Divina Comedia y nuestro Quijote, todos empujados por un libro que renacía en el seno de la revolución industrial.
El éxito que tuvo Doré en Inglaterra y Francia empujó a la casa editorial barcelonesa Montaner & Simón a publicar una serie de obras ilustradas en donde sus grabados eran protagonistas. Pensadas para un público de mayor poder adquisitivo, La Historia de las Cruzadas de M. Michaud – publicada en dos volúmenes entre 1886 y 1887- fue encuadernada de manera muy lujosa, con portadas en cuero marroquí gofrado en hoja de oro. En su interior se incluyeron cien láminas ilustradas de las que aquí se exhiben seis, siendo las últimas que imprimirá esta casa con las planchas en su tamaño original.
Los trabajos de este artista representan un espacio singular en la historia del grabado. Originalmente, cuando se quería incluir en un libro imágenes de gran detalle y formato, el medio predilecto era la utilización de planchas grabadas al buril, que se imprimían en una máquina diferente a la prensa tipográfica y se incorporaban como cuadernillos o páginas posteriormente, durante el proceso de encuadernación. Si bien se utilizaba la xilografía de manera ocasional, esta se imprimía junto al texto, como viñetas ornamentadas o grabados toscos cuyas matrices tenían una vida reducida a causa del mismo proceso. Con el auge de la ilustración científica y la incorporación de nuevas tecnologías de impresión como la litografía, las xilografías de Doré talladas a la testa eran luego moldeadas en pasta de papel y traspasadas mediante galvanoplastia a una plancha de un metal más dura y apta para la prensa.
Estas piezas de Doré son una invitación a contemplar el minucioso trabajo de las filosas gubias sobre la madera. Junto a sus colaboradores serán reconocidos como los mejores artistas en esta técnica que vio la industria editorial, justo antes que el fotograbado la cambiase para siempre. Un concierto de líneas sinuosas que, una junto a la otra, sumergen en el medievalismo romántico de uno de los mejores artistas del grabado del siglo XIX.